martes, 3 de septiembre de 2013

Empezar con un beso...

Robert Doisneau. Place de l'Hôtel de Ville. París, 1950
Para mi primer post efectivo, he pensado que sería oportuno empezar con un beso, o tal vez dos, o quizá tres, ¿qué tal cuatro...?

Bueno, pues ahí están: cuatro fotografías muy populares de cuatro célebres y magníficos fotógrafos que lograron en su día capturar, con habilidad y audacia, ese instante mágico que se produce en el momento de compartir un beso.
Quizá ninguna de estas cuatro fotografías sea, probablemente, de las mejores que han disparado sus autores, pero la circunstancia, la temática y la intención me sirven para reflexionar sobre algo de lo que quiero escribir hoy.
¿Y qué es lo que vemos al mirar cada una de las cuatro imágenes?
Lo más obvio es que son hombres y mujeres más o menos embelesados que se están besando...
¿Y cómo son esos besos?



Henry Cartier-Bresson. Boulevard
Diderot
. París, 1969.
Mmmmmm. Veamos. El beso de Robert Doisneau me parece un arrebato romántico de un otoñal domingo por la tarde en París (la ropa, la situación de paseo de los personajes y la luz lateral me hacen pensar en esa probabilidad). Él, podría llamarse Pierre y ella Manon. Mientras pasean tranquilamente cerca del Hôtel de Ville, de repente, Pierre arremete concienzudamente contra los labios de Manon justo después de susurrarle un "ma chérie"...
Sugestivo.

El beso de Cartier-Bresson, sinceramente, me resulta mucho más anodino. Él lleva alianza, lo cual me hace pensar que son un matrimonio más o menos convencional, a pesar del llamativo atuendo de reminiscencia “apache" que luce ella. El acercamiento de él no resulta nada erótico, parece el consabido beso que se da después de decir algo así como:
-Amour, a ti te salen mejor los macarrones.
Deprimente.
Creo que lo que realmente me cautiva de esta imagen es la devota mirada de adoración del spaniel a su ama... está claro que 
él también prefiere sus macarrones.


Alfred Eisenstaedt. V-J Day in Times
Square
. New York, 1945.
¡Ah, el marinero y la enfermera de Alfred Eisenstaedt! Ese es un beso muy especial... Es el beso de celebración de dos extraños emocionados por el fin de la II Guerra Mundial. En este beso no hay ni un atisbo de lujuria, pero sí desborda pasión: la pasión del que ha sufrido el horror de la guerra y ha conseguido definitivamente dejarla atrás. Es el beso del vencedor. El beso del superviviente.

El último beso, el beso de Elliott Erwitt, es mi predilecto. A pesar de que sugiere una puesta en escena preparada, parece ser que no fue así. Erwitt se topó con ella cuando iba a fotografiar la espectacular puesta de Sol que se adivina tras la playa.
La situación es especialmente romántica: una pareja abrazada, protegida dentro del coche frente a un maravilloso atardecer junto al mar. Él está total y absolutamente ensimismado y ella le sonríe feliz bajo una tierna mirada de cariño y complicidad... Me resulta una imagen tremendamente seductora... y hasta, tal vez, poética.


Elliott Erwitt. California. 1955.
Pero hay algo más: yo pensaría que ninguna de las cuatro parejas parece consciente de la presencia del fotógrafo; si nos fijamos, ninguno de los personajes principales mira a la cámara de reojo... o simplemente “posa”; no, no saben que durante su dulce momento están siendo capturados. Parece evidente que los fotógrafos han atrapado ese "instante decisivo” tan valorado por los fotoperiodistas...



Pues sí, afirmaría que son cuatro excelentes ejemplos de lo que actualmente llamaríamos “street photography” y sí, también, cuatro espléndidas demostraciones del más auténtico y flagrante voyeurismo.

¡Qué nadie se sienta ofendido! En ningún momento he pretendido utlizar esa palabra con un significado peyorativo, ¡no, ni mucho menos!
Vayamos por partes: La palabra voyeur deriva del verbo voir (ver) con el sufijo -eur del idioma francés. Una traducción literal podría ser “mirón” u “observador”.

Pienso que el atributo de “mirón” u “observador” debe ser una cualidad obligatoria e inherente para llegar a ser un buen fotógrafo. No se pueden hacer fotos, ni buenas ni malas, si no miras y miras y remiras y observas y vuelves a observar hasta llegar casi a la contemplación obsesiva. 

Por supuesto, cualquier fotógrafo de calle que se precie, debe asumir plenamente su condición de "mirón". Pero no olvidemos que, incluso el inofensivo fotógrafo de naturaleza, invade las intimidades de los insectos cuando captura el brillo de sus antenas o los relucientes pelos de su abdomen. 
Así, que no nos rasguemos las vestiduras escandalizados y asumamos con valentía, todos aquellos a los que nos gusta llevar una cámara colgada del cuello, que poseemos una parte oscura, muy muy oscura, que nos inspira y nos conmueve.

... Me parece que este post está siendo muy largo y ya empiezo a delirar; así que para terminar, os envío un dulce, dulce y oscuro beso...